Séraphine, la triunfadora de los César, se entrena en España
A pesar de que no soy demasiado admiradora al cine francés, el otro día fui a ver Séraphine, que se estrenó el pasado viernes en España. La película, dirigida por Martin Provost, fue la gran triunfadora de la pasada edición de los premios César (los máximos galardones del cine francés), ganadora de siete estatuillas, entre ellas la de mejor película y la de mejor actriz.
El film narra la historia real de Séraphine Louis (1864-1942), más conocida como Séraphine de Sellis, una visionaria pintora de principios de siglo que se ganaba la vida limpiando casas. Su obra fue descubierta por Wilhem Uhde, un marchante alemán fascinado por los pintores modernos e ingenuos.
La película se desarrolla en Sellis, la ciudad donde Séraphine nació y vivió toda su vida, con la excepción de los diez años que pasó en un manicomio, y dónde comenzó a pintar – por orden de un ángel – a los 41 años. Séraphine es la mujer de la limpieza de la Sra. Duphot y el poco tiempo que le sobra lo ocupa pintando. Un día, por casualidad, Uhde, quien vive en la casa de la Sra. Duphot, descubre una pintura de Séraphine. Fascinado, anima la a que siga pintando.
En 1914, cuando comienza la I Guerra Mundial, Wilhem Uhde se ve obligado a huir de Francia y abandonar a Séraphine. Durante esos duros años, a pesar del hambre y la miseria, Séraphine sigue pintando, siguiendo el consejo de su descubridor.
En 1927, Uhde regresa a Francia y se instala en Chantilly con su hermana Anne-Marie y su compañero. A petición de su hermana, decide ir a una exposición de pintores aficionados en Senlis. En el fondo de la sala descubre un enorme lienzo lleno de colores, y se da cuenta que aquel cuadro sólo puede ser obra de Séraphine. Conmovido por la vida de la artista, decide ayudarla de nuevo.
Los años siguientes serán los más fructíferos para Séraphine, pinta sus cuadros más inspirados y consigue vender mucho, pero poco a poco va cayendo en la locura…
Séraphine es una película tan valiente y poética como difícil de encajar en el panorama actual cinematográfico. Destaca sobre todo la emotiva e impresionante actuación de su protagonista, Yolande Moreau.
Moreau realiza una interpretación contenidísima, sin dejarse llevar por la locura evidente de su personaje, al que dota, con enorme precisión, de la humanidad, inocencia e infantilismo necesario para hacer creíble sin caer en la sensiblería ni en los excesos la figura de la pintora francesa Seraphine Louis.
Prost desarrolla una historia de presencias, en la que los sonidos de la cotineidad son la principal banda sonora de un filme en el que los diálogos son escasos.
El director utiliza un esquema lineal de la historia, pero atrae al espectador a través de los secretos que se van desvelando poco a poco del personaje.
Una película que ha arriesgado mucho, tanto por su contenido como por su estilo y que ha conseguido la recompensa del éxito de público en Francia, donde más de 800.000 personas la han visto.
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